Michael Jackson o el trámite de la muerte
“Alrededor de todas las paredes de mi cuarto hay imágenes de Peter Pan. He leído todo lo que Barry ha escrito. Me identifico totalmente con Peter Pan, el niño perdido de Neverland”
Michael Jackson
Muere Michael Jackson, el hombre que no pudo soportar el peso de su propia leyenda. Muere, como tantos otros músicos lo hicieron antes, fagocitado por su propia fama. De hecho, corre el rumor palpable en el mundillo de la música de que, para alcanzar el paso del éxito al mito, es menester una muerte prematura y/o misteriosa. Al ser humano le entusiasman las historias de superación… Pero también las de perdición. ¿O acaso era concebible que aquel ser humano de talento inextinguible para la música iniciara una guerra contra sí mismo y acabara venciéndose?
Jackson entra así en el club de Elvis, Lennon, Kurt Cobain, Bob Marley, Jim Morrison o Jimi Hendrix entre tantos otros. Su muerte, previsible al tiempo que inesperada y dolorosa, pone fin una vida de altibajos, plena de éxitos y excentricidades delirantes que durante las últimas décadas eclipsaron en cierto modo la leyenda de su música.
Muere Michael Jackson, y lo hace tal como vivió: rodeado de misterio, lo cual agranda aún más el mito de su figura. Su muerte ha conseguido lo que el propio Jackson no pudo lograr mientras vivió: que la gente anteponga el recuerdo del músico irrepetible e inimitable que fue y deje a un lado el apartado más oscuro de su vida, sus operaciones estéticas, sus acusaciones de pederastia, la infancia perdida.
El niño perdido de Neverland
«No tuve una infancia» era una de las frases más repetidas e ilustrativas que empleaba el músico sobre sí mismo. Nada mejor para definir sus 50 años de vida. Michael Joseph Jackson era el séptimo de nueve hermanos fruto de un matrimonio muy religioso de Indiana. El padre usó a sus hijos para lograr los éxitos musicales que no obtuvo para sí y, de este modo, Michael sufrió los constantes abusos psicólogicos y físicos del padre contrariado. Sin embargo, Jackson pronto se convirtió en el principal vocalista de los Jackson 5.
Michael nunca abandonaría una fama prematuramente adquirida, y con los años brindaría a la música discos inolvidables como ‘Off the wall’, ‘Thriller’ o ‘Bad’. Ganó 13 premios Grammy y vendió varios cientos de millones de discos en todo el mundo. Su leyenda se hizo tan grande que fue bautizado como el rey del pop con todo merecimiento. Pionero de la música en la mayoría de sus facetas, Jackson no fue un niño hasta que se hizo mayor, y pasó el resto de su vida tratando de recuperar de algún modo la infancia perdida.
No se sabe a ciencia cierta cuándo sucedió, pero llegó un punto en que Michael Jackson decidió matarse a sí mismo y el mundo dejó de hablar de su célebre moonwalk o sus estribillos pegadizos para hablar de sus innumerables rarezas. Fue en 1993 cuando se desató el escándalo: un niño de 13 años le acusaba de abusos sexuales. La demanda de pederastia no se retiró hasta que sus abogados llegaron a un acuerdo económico con la acusación.
‘Neverland’ quedó huérfano y Peter Pan vio emborronada su reputación. Nunca se llegaron a desmotrar tales delitos, pero la imagen de Jackson quedaría marcada hasta el final de sus días, a lo largo de casi dos décadas en que la prensa amarilla no cesó de hablar de su piel mutante, sus hijos, sus divorcios, su muerte en vida.
Finalmente, el destino aciago de Jackson, prematuramente anticipado por una saga ilimitada de excentricidades, puso fin a la vida del genio el 25 de junio de 2009, justo cuando se atisbaban 50 conciertos en el horizonte. Eso sí, el recuerdo se dulcifica con el trámite de la muerte, por lo que Michael Joseph Jackson siempre será recordado como el genio que fue, un genio con luces y sombras, pero genio a fin de cuentas.
Michael Jackson muere a los 50 años
Michael Jackson. Grandes éxitos
El Gran Hermano o Kim Jon-il
«¿Cómo sabemos que dos y dos efectivamente son cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también puede controlarse el pasado y lo que llamamos la realidad?»
1984, George Orwell
Mientras leía 1984, no podía quitarme de la cabeza el reportaje de Jon Sistiaga sobre Corea del Norte. Amarás al líder sobre todas las cosas. La analogía era inevitable y fue gestándose en mi cabeza conforme las páginas de esta impresionante novela se iban sucediendo. George Orwell nos describió con profusión de datos la situación actual de la Corea mala en una novela de ficción distópica o ciencia ficción que, en la práctica, no se aleja tanto de algunas realidades totalitarias que aún subyugan al mundo del siglo XXI.
Quizás Orwell no fue tan original como pensábamos, lo cual, paradójicamente representa su mayor logro como escritor. Eso sí, el autor de Rebelión en la granja se consideraba un respetable anticomunista; tanto es así que 1984 es un libro prohibido en Corea del Norte por considerarse propaganda anticomunista. Pero resulta inevitable la comparación entre el Gran Hermano y el dictador Kim Jong-il: sus fotos presiden el país y la adoración de su pueblo les deifica. Además, al igual que sucede en la novela de Orwell, la sociedad coreana se divide en militares, miembros del partido y obreros. Increíble pero cierto: la realidad siempre, siempre ha superado a la ficción.
En el reportaje de Sistiaga, un estadista del país asiático afirma que Kim Jon-il ha escrito de su puño y letra ¡18.000! libros, lo que supone un libro cada 49 segundos. Sin embargo, lo más curioso es que los miembros del partido, en un patético ejercicio de negación de la realidad, apuntan que el pequeño dictador «es muy listo». O un escritor de folletín, que diría yo. Cosas del doblepensar, que diría Orwell. La ingeniería social que Kim Jon-il y sus secuaces promueven en el pequeño país asiático es horrible, quizás lo más horrendo que se ha visto en el mundo contemporáneo.
En efecto, hay un país donde siempre es 1984: se llama Corea del Norte, el país de la bomba atómica, el país infranqueable, el país donde se prohíben turistas y móviles, el país que huye de la realidad para que la gente no piense por sí misma, el país que vive por y para su dios Kim Jon-il, el líder del régimen más hermético del mundo y de una dictadura comunista hereditaria que parece no tener fin. Resulta que 1984 no es sólo un libro. Es un país entero.
Amarás al líder sobre todas las cosas (1ª parte)
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